Luis Fernández Olivares

            Luis Fernández Olivares (4º EE. EE.)

     Nací en un pueblo del Bierzo, llamado Vega de Espinareda, pero con cinco años me trasladé a vivir a Astorga; por tanto, soy berciano de nacimiento y astorgano por adopción. Tengo 20 años, estoy en segundo de Estudios Eclesiásticos y pertenezco actualmente a la Parroquia de Puerta de Rey de Astorga. Estoy muy contento de pertenecer a esta Diócesis y de poder formar parte de nuestro Seminario, que es mi segunda casa.

     Igual estamos acostumbrados a leer y escuchar testimonios deslumbrantes, de grandes conversiones, sin embargo, el mío es bastante sencillo. Esto me gusta decirlo siempre al principio, por si puede ayudar a alguien a ver cómo Dios también llama a través de las cosas sencillas y cotidianas de la vida.

     Yo soy un chico de esos “de los de siempre”: vengo de una familia católica, y, desde pequeño, estuve vinculado con la Iglesia; iba a catequesis, fui monaguillo, catequista…. Cuando terminé los estudios de primaria, tenía que marcharme del colegio para cursar la E.S.O.

     A pesar de poder elegir entre varios, siempre dije que quería ir a uno religioso. Ese mismo verano, mi párroco me dijo que se iba abrir en el Seminario la posibilidad del externado. Era justo lo que yo buscaba. La verdad es que, al principio, fui por probar, a ver qué tal me iba, pero poco a poco me iba integrando más y encontrando muy agusto.

     Me sentía como en mi familia; aquello, para mí, se convirtió en algo más que el colegio, se convertía en mi segunda casa. Comencé, también, a participar muy activamente con la Pastoral Juvenil, gracias a Enrique (Director Espiritual del Seminario y delegado de Pastoral Juvenil).

     Fue precisamente, en unos Ejercicios Espirituales para jóvenes, en el puente de la Inmaculada, donde llegó el momento decisivo. Estaba ya en segundo de Bachiller; yo quería estudiar periodismo, pero había algo que me decía que no me precipitara. Cuando acabó la meditación sobre la vocación, me fui a una de las capillas de la casa de ejercicios, me puse frente al Sagrario y dije: “Señor, que sea lo que Tú quieras, pero quítame la incertidumbre” y quedé allí un buen rato orando.

     El Señor me escuchó. El día 7 de diciembre la decisión estaba tomada. ¡Quién me iba a decir a mí que la iba a celebrar a la Patrona del Seminario con semejante regalo! En carnaval me fui a Fátima donde tendría tiempo para hablar largo y tendido con el Director Espiritual, contrastar experiencias y presentarle mi vocación a la Virgen; la verdad es que fue un momento de gracia. Por todo esto, la Virgen siempre está muy presente en mi vida.

     Años después, aquí estoy, muy feliz, en el Seminario Mayor, formándome para llegar a ser un día un buen Sacerdote.